*Estreno en portugués el25de noviembre en Folha de S. Paulo
Por Luana Maia, responsable de Brasil en NatureFinance, y Renata Piazzon , Directora General del Instituto Arapyaú.
Tres décadas después de que Río de Janeiro fuera el escenario de la creación de los tratados internacionales de las Naciones Unidas (llamados Convenios Marco) sobre el Clima, la Biodiversidad y la Desertificación, la ciudad fue testigo de otro momento histórico. En la Cumbre del G20, por primera vez, el grupo formado por los países más ricos del mundo -y los responsables también del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero- reconoció el potencial de la bioeconomía para promover un crecimiento económico integrador.
Los diez Principios de Alto Nivel sobre la Bioeconomía, adoptados por el grupo, esbozan cómo la bioeconomía puede impulsar el desarrollo sostenible, equilibrando los factores económicos, sociales y medioambientales con beneficios para la naturaleza y las personas. También reafirmaron la importancia del multilateralismo y la cooperación climática, reiterando sus compromisos con el Acuerdo de París.
La presidencia brasileña del G20 fue innovadora al introducir la naturaleza en el mayor mapa financiero mundial. Los miembros del G20 merecen sin duda un reconocimiento por incluir, en el documento final, iniciativas que fomentan mecanismos para financiar los servicios ecosistémicos y las soluciones basadas en la naturaleza.
Sudáfrica, próxima presidencia rotatoria del G20 en 2025, ha anunciado que continuará la labor de la Iniciativa del G20 sobre Bioeconomía, creada por Brasil y apoyada por una coalición de organizaciones del sector privado, el mundo académico y la sociedad.
Sin embargo, el tiempo sigue siendo crítico: 2024 va camino de ser el año más caluroso de la historia. El mundo se enfrenta a innumerables fenómenos extremos: las lluvias devastadoras en Rio Grande do Sul (que causaron 13.300 millones de reales en daños a los municipios), la serie de huracanes en Florida y la grave sequía que afecta a las comunidades ribereñas del Amazonas, una región que desempeña un papel clave en la regulación del clima mundial.
La bioeconomía desempeña un papel cada vez más importante a la hora de abordar esta nueva realidad. Ofrece una forma de reestructurar la economía, protegiendo la naturaleza y valorando los servicios medioambientales, generando empleo e ingresos.
Ante la aceleración del cambio climático, urge actuar y adoptar nuevas formas de financiación y gobernanza climáticas. Ahora es el momento de actuar. Necesitamos acuerdos innovadores, como la financiación mixta (que combina recursos públicos y privados para proyectos con un impacto positivo), y la participación de sectores estratégicos -financiero, privado, académico- en el debate y la aplicación de mecanismos de financiación eficaces para el clima y la biodiversidad.
Cada año se invierten 7 billones de dólares en actividades que afectan negativamente a la naturaleza en todo el mundo, lo que equivale aproximadamente al 7% del PIB mundial. Esto demuestra que las instituciones financieras y el sector privado deben formar parte de la solución, reorientando las inversiones hacia actividades que protejan, gestionen y restauren el medio ambiente.
Somos conscientes de que esto requiere sistemas sólidos de seguimiento y evaluación, como la herramienta NatureAlign, desarrollada por NatureFinance, que ayuda a las instituciones y a los responsables de la toma de decisiones a alinear los flujos financieros con los resultados positivos para la naturaleza.
A pesar de la falta de apetito de los países ricos por la financiación medioambiental, evidente en la Conferencia sobre el Clima de Bakú (COP29), creemos que hay espacio para avanzar en la bioeconomía, especialmente con Brasil liderando este movimiento hacia la COP30 de Belém, la primera en la Amazonia. Necesitamos acelerar iniciativas prometedoras, como el mercado de carbono, recientemente aprobado en Brasil, y el mercado de créditos de biodiversidad de alta integridad. No hay tiempo para dejar para Belém decisiones que deberían haberse tomado en Bakú.
Incluso con las incertidumbres en el escenario global, amplificadas por las recientes elecciones en Estados Unidos, existe una ventana de oportunidad para avanzar en la financiación equitativa, ampliando los recursos a los países ricos en naturaleza y a los sectores con potencial de bioeconomía. La bioeconomía no es sólo una posibilidad, sino una realidad en más de 60 países, como demuestra La bioeconomía mundial.
Brasil tiene potencial para convertirse en líder mundial en esta agenda, atrayendo inversiones internacionales y soluciones tecnológicas que sirvan de ejemplo al resto del mundo.